domingo, diciembre 03, 2006
Quedaría de puta madre un título como "Madrid" pero es que ya está muy usado.
Llegando del curro y sin poder hablar con nadie (manía que tiene la gente de salir los sábados cuando yo tengo que quedarme en casita >.<) me puse a leer blogs para pasar el rato. Y pasando de un blog a otro, acabé en otro que me recordó una canción de Sabina.
El caso es que la canción que el pone no la he escuchado, pero la que ponen en uno de sus comentarios sí, y me he puesto nostálgica y morriñosa (¿existirá esa palabra?) y me he dado cuenta de que por más que me empeñe en irme a vivir a mi pueblo de Asturias o que Barcelona me parece lo más de lo más (aunque Cacaolat sux), Madrid tiene eso que hace que las personas que lo pisan frecuentemente (o no tan frecuentemente como es mi caso) lo echen de menos.
Odio las mañanas de Madrid, entre el humo de los coches, el ruido y las prisas de la gente, pero de vez en cuando me gusta perderme por sus calles, ya que es una ciudad que te permite y encontrarte perderte sin ningún problema (porque vayas donde vayas siempre encontrarás una estación de Metro) y eso es algo que no todas las ciudades tienen.
Me gusta tirarme en el Retiro, sentarme en el jardín que hay enfrente del Palacio Real y charlar con algún desconocido que muy probablemente esté entrado en años y tenga que enseñarte cosas de esa sabiduría que, por mucho que leas, estudies y aprendas, sólo alcanzarás con el paso de los años, mientras tengo el privilegio de ser una de los pocos asistentes a un concierto de un cantautor no reconocido.
Pasear por Sol y poder observar encuentros y despedidas de gente de todo tipo y todas edades, amores y desamores, artistas callejeros, indigentes moribundos y prostitutas baratas.
Chueca, el barrio sin complejos, donde vayas como vayas, entres donde entres, nadie te mirará mal.
La línea 1 de Metro, que me incita a hacer cosas tan absurdas como pegar el careto al cristal para poder observar, entre Iglesia y Bilbao, ese lugar tan mágico como es la estación de Chamberí.
El museo del Prado y el Reina Sofía, donde pasaría horas y horas con la mirada clavada en algún cuadro.
Antón Martin, con su Molten Core (chiste que muy pocos entenderán, por no decir que sólo una persona lo hará, pero total, nadie me lee, así que da igual), Callao con sus frikazos, su Starbucks, su Fnac y su maravillosa orquesta de cuerda, y muchos otros rincones secretos donde, pese a las miradas extrañas de la gente que puede permitirse prestar atención a algo que no sean sus problemas, pueda sentarme a observar y escribir cosas que suelen acabar en algún cajón.
Madrid hay que saber disfrutarlo, sin prisas, sin monumentos, sin tiendas, saber observar más allá de sus calles de asfalto, saber oler lo que se esconde entre el humo de los coches y conocer esos sitios que, aunque pequeños, tienen su magia y hacen de Madrid ese sitio tan especial.
P.D. Lo encontré:
morriñoso, sa.
1. adj. Que tiene morriña.
2. adj. Raquítico, enteco.
P.D.2 Por cierto, aunque con retraso, ya pondré mi fin de semana por tierras catalanas, si me da tiempo (en realidad es si me da la gana) os pongo ahora el adelanto, que ya está escrito).
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El caso es que la canción que el pone no la he escuchado, pero la que ponen en uno de sus comentarios sí, y me he puesto nostálgica y morriñosa (¿existirá esa palabra?) y me he dado cuenta de que por más que me empeñe en irme a vivir a mi pueblo de Asturias o que Barcelona me parece lo más de lo más (aunque Cacaolat sux), Madrid tiene eso que hace que las personas que lo pisan frecuentemente (o no tan frecuentemente como es mi caso) lo echen de menos.
Odio las mañanas de Madrid, entre el humo de los coches, el ruido y las prisas de la gente, pero de vez en cuando me gusta perderme por sus calles, ya que es una ciudad que te permite y encontrarte perderte sin ningún problema (porque vayas donde vayas siempre encontrarás una estación de Metro) y eso es algo que no todas las ciudades tienen.
Me gusta tirarme en el Retiro, sentarme en el jardín que hay enfrente del Palacio Real y charlar con algún desconocido que muy probablemente esté entrado en años y tenga que enseñarte cosas de esa sabiduría que, por mucho que leas, estudies y aprendas, sólo alcanzarás con el paso de los años, mientras tengo el privilegio de ser una de los pocos asistentes a un concierto de un cantautor no reconocido.
Pasear por Sol y poder observar encuentros y despedidas de gente de todo tipo y todas edades, amores y desamores, artistas callejeros, indigentes moribundos y prostitutas baratas.
Chueca, el barrio sin complejos, donde vayas como vayas, entres donde entres, nadie te mirará mal.
La línea 1 de Metro, que me incita a hacer cosas tan absurdas como pegar el careto al cristal para poder observar, entre Iglesia y Bilbao, ese lugar tan mágico como es la estación de Chamberí.
El museo del Prado y el Reina Sofía, donde pasaría horas y horas con la mirada clavada en algún cuadro.
Antón Martin, con su Molten Core (chiste que muy pocos entenderán, por no decir que sólo una persona lo hará, pero total, nadie me lee, así que da igual), Callao con sus frikazos, su Starbucks, su Fnac y su maravillosa orquesta de cuerda, y muchos otros rincones secretos donde, pese a las miradas extrañas de la gente que puede permitirse prestar atención a algo que no sean sus problemas, pueda sentarme a observar y escribir cosas que suelen acabar en algún cajón.
Madrid hay que saber disfrutarlo, sin prisas, sin monumentos, sin tiendas, saber observar más allá de sus calles de asfalto, saber oler lo que se esconde entre el humo de los coches y conocer esos sitios que, aunque pequeños, tienen su magia y hacen de Madrid ese sitio tan especial.
P.D. Lo encontré:
morriñoso, sa.
1. adj. Que tiene morriña.
2. adj. Raquítico, enteco.
P.D.2 Por cierto, aunque con retraso, ya pondré mi fin de semana por tierras catalanas, si me da tiempo (en realidad es si me da la gana) os pongo ahora el adelanto, que ya está escrito).
Etiquetas: Paranoias
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