jueves, octubre 27, 2005
La línea 10 es peor que la 5 para escribir, pero tiene mejor aire acondicionado.
Arf! Primer día de curro, a las 6 arriba.
Ducha, terapia de espabilamiento, ropita y a la calle.
Pero… ¡si no ha salido ni el sol! Hasta los domingos cuando vuelvo a casa hay más luz.
Zid, el toque era para que me respondieras o algo, y que me sirviera como consuelo saber que no era la única pringada que a las 7 ya estaba en la calle.
Metrosur medio vacío (pero sólo medio, porque la gente estaba la justa para sentarse y yo, que me tocó joderme y quedarme de pie). Qué calores, de vuelta a los viejos tiempos (“y lo que te queda, nena” me dijo mi parte autodestructiva).
Cuando llego a Puerta del Sur, pierdo el Metro. No importó mucho porque iba con tiempo de sobra. En la estación un ciego vendiendo cupones. Eso de gritar tanto debería estar prohibido (seguro que es anticonstitucional, o algo) porque vale que venda cupones y que se tenga que hacer notar entre tanta gente, pero que grite más bajo! Que a estas horas todo el mundo está (yo estoy) con una resaca psicológica insoportable.
Siguiente tren, la gente muerde por pillar asiento, pero yo ya les tengo calados. Me cojo un sitio privilegiado, con buenas vistas a la puerta (pero a la puerta del andén, no a cualquier puerta). A la altura de vetetuasaberdonde… parón del tren. “Atención señores viajeros blablabla el servicio no se va a poder producir con normalidad”. Creo que nos cagamos todos en sus muertos. Después de 5 minutos arrancó el tren, pero… no te hagas ilusiones, una estación y media más tarde, en mitad del túnel, otros 10 minutos parados.
“¿Creías que por no haber ido a una entrevista te ibas a librar de los imprevistos de siempre? Inocente!!” me decía mi parte capulla. La media hora que llevaba de ventaja se fundió entre Príncipe Pío y Alonso Martínez.
Bueno, llego a Ciudad Lineal y… maravilloso! Se me olvidó que tenía la capacidad de un calamar leyendo mapas y que mi intuición se coge vacaciones siempre que la necesito.
Un hombre llevando a su hija al cole:
- Perdone, la calle…
- No, lo siento, no me conozco la zona.
¡Unos cojones!
Claro, seguro que vivía en Vallecas y llevaba a su hija al colegio a Ciudad Lineal. Lo más normal del mundo, mis padres se iban todas las mañanas a las Rozas a llevarme al cole…
Como regalo divino por haber cedido mi asiento con vistas a la puerta (o a los culos de la gente, como se quiera mirar) aparece una mujer muy maja:
- ¿Necesitas ayuda corazón?
- Sí, tengo que ir a la calle Albarracín 17 y no sé cómo.
- Pues mira tienes que ir por blablabla.
- Ah, vale, muchas gracias!
- De nada, que tengas un buen día, guapa!
Con gente así da gusto, me puso contenta para el resto del día (o por lo menos durante un rato).
Total, que encuentro la calle Albarracín, empiezo a bajar… 4, 6, 8… “ummm, voy a mirar por quién tengo que preguntar” y en medio segundo… me di cuenta de que mi alzheimer había hecho acto de presencia, y no era el 17, sino el 21!!
Bueno, no pasa nada, sólo son un par de números más. 14, 16… horreur!! La calle estaba cortada por un inmenso algo (entiéndase algo como un enooooorme terreno rodeado de un muro de hormigón).
- Yo: No me jodas que tengo que dar todo el voltio.
- Parte perversa de mí: Pues sí hermosa, te jodes y a patear!
Cuando por fin llego… “Jose todavía no ha venido, si quieres pasa y siéntate en esas sillas”. Chachi, si he llegado tarde no se va a enterar.
Al rato viene una mujer para enseñarme las instalaciones. Me enseña todo (lo del edificio, malpensados) y me da unas cosas para leer mientras llega el jefe.
Estaba yo toda concentrada cuando veo que alguien me saluda, “qué raro, si de aquí no conozco a nadie.” Era la mujer de esta mañana!! Casualidades de la vida, se presenta y vuelve a su trabajo (es majísima).
Cuando llegó el famoso Jose, yo ya me había leído y releído los folletos y sabía, más o menos, utilizar los programas que necesitaría.
Curso de algo menos de una hora, presentación de mis compañeras y de mi puesto de trabajo (si no tuviera las fotos de la chica a la que sustituyo, del novio de la chica y del perro de la chica, hasta me sentiría cómoda).
El jefe me manda buscar unos datos en el ordenador, después a archivar documentos, coger las llamadas y… por fin las 16:30!
Tengo que ir a República Argentina, a la ETT para firmar el contrato. Allí me dan un curso de seguridad, me explican paso a paso todo el contrato (la primera empresa que me explica paso a paso todo lo que pone en mi contrato) y firmo nosecuantas cosas. A eso de las 18:30 termino.
He descubierto que si te pones a escribir en el Metro, la gente que viaja en tu vagón se quedará mirando, y el que vaya al lado de ti, intentará leer lo que escribes. Eso sólo pasa en la línea 5, porque en la 10 no existen los vagones y, evidentemente,no te puede mirar todo el vagón.
Bueno, en realidad en la línea 10 sí que hay vagones, pero no están separados por fronteras (seguro que lo idearon así para evitar que uno de los vagones se sienta discriminado, o que se dé el caso de que alguno se quiera independizar del resto, rompiendo así la unidad trenil. Estos de Metro sí que saben).
Por cierto, en la línea 5 se escribe bien, en la 10 son todo traqueteos y mi caligrafía se ve bastante afectada por ellos.
Cuando llego a Móstoles tengo un agujero en el estómago causado por el sándwich rancio que comí en el curro. Tenía dos opciones: comer guarrerías o comer comida de verdad. Obviamente, opté por la segunda opción.
Entré a Blázquez porque me entró un antojo, pero como no tenían lo que se me había antojado compré una palmera de chocolate que tenía muy buena pinta. Estos de Blázquez saben hacer de todo (en lo que a repostería se refiere) menos palmeras de chocolate ricas :s
Llego a casa, me descalzo (alivio), desconecto un rato, me conecto otro rato y… la suscripción de WoW se me había caducado y no había manera de meter mi tarjeta en el Account Management. Encima depravados estaba igual de vacío que estos últimos días y no estaba Belta, ni Zid, ni nadie a quien contarle mí día, así que empecé a rallarme con mis teorías de la vida (algunas realmente absurdas). Pero menos mal que estaba ahí mi Vik para decirme “niña, mira que te complicas la vida a lo tonto”. Si hubiese estado cerca, seguro que me habría dado una colleja para espabilarme (y bien merecida la tenía).
A estas alturas ya son más de las 12, así que… a la camita.
Lo siento niña, yo no entiendo eso de los "toques" xDD
Besines!
Me duele decir esto, pero... hablas como mi madre!
Esta tercera edad, qué mal se lleva con la tecnología.
Pa una vez que te doy un toque...
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Ducha, terapia de espabilamiento, ropita y a la calle.
Pero… ¡si no ha salido ni el sol! Hasta los domingos cuando vuelvo a casa hay más luz.
Zid, el toque era para que me respondieras o algo, y que me sirviera como consuelo saber que no era la única pringada que a las 7 ya estaba en la calle.
Metrosur medio vacío (pero sólo medio, porque la gente estaba la justa para sentarse y yo, que me tocó joderme y quedarme de pie). Qué calores, de vuelta a los viejos tiempos (“y lo que te queda, nena” me dijo mi parte autodestructiva).
Cuando llego a Puerta del Sur, pierdo el Metro. No importó mucho porque iba con tiempo de sobra. En la estación un ciego vendiendo cupones. Eso de gritar tanto debería estar prohibido (seguro que es anticonstitucional, o algo) porque vale que venda cupones y que se tenga que hacer notar entre tanta gente, pero que grite más bajo! Que a estas horas todo el mundo está (yo estoy) con una resaca psicológica insoportable.
Siguiente tren, la gente muerde por pillar asiento, pero yo ya les tengo calados. Me cojo un sitio privilegiado, con buenas vistas a la puerta (pero a la puerta del andén, no a cualquier puerta). A la altura de vetetuasaberdonde… parón del tren. “Atención señores viajeros blablabla el servicio no se va a poder producir con normalidad”. Creo que nos cagamos todos en sus muertos. Después de 5 minutos arrancó el tren, pero… no te hagas ilusiones, una estación y media más tarde, en mitad del túnel, otros 10 minutos parados.
“¿Creías que por no haber ido a una entrevista te ibas a librar de los imprevistos de siempre? Inocente!!” me decía mi parte capulla. La media hora que llevaba de ventaja se fundió entre Príncipe Pío y Alonso Martínez.
Bueno, llego a Ciudad Lineal y… maravilloso! Se me olvidó que tenía la capacidad de un calamar leyendo mapas y que mi intuición se coge vacaciones siempre que la necesito.
Un hombre llevando a su hija al cole:
- Perdone, la calle…
- No, lo siento, no me conozco la zona.
¡Unos cojones!
Claro, seguro que vivía en Vallecas y llevaba a su hija al colegio a Ciudad Lineal. Lo más normal del mundo, mis padres se iban todas las mañanas a las Rozas a llevarme al cole…
Como regalo divino por haber cedido mi asiento con vistas a la puerta (o a los culos de la gente, como se quiera mirar) aparece una mujer muy maja:
- ¿Necesitas ayuda corazón?
- Sí, tengo que ir a la calle Albarracín 17 y no sé cómo.
- Pues mira tienes que ir por blablabla.
- Ah, vale, muchas gracias!
- De nada, que tengas un buen día, guapa!
Con gente así da gusto, me puso contenta para el resto del día (o por lo menos durante un rato).
Total, que encuentro la calle Albarracín, empiezo a bajar… 4, 6, 8… “ummm, voy a mirar por quién tengo que preguntar” y en medio segundo… me di cuenta de que mi alzheimer había hecho acto de presencia, y no era el 17, sino el 21!!
Bueno, no pasa nada, sólo son un par de números más. 14, 16… horreur!! La calle estaba cortada por un inmenso algo (entiéndase algo como un enooooorme terreno rodeado de un muro de hormigón).
- Yo: No me jodas que tengo que dar todo el voltio.
- Parte perversa de mí: Pues sí hermosa, te jodes y a patear!
Cuando por fin llego… “Jose todavía no ha venido, si quieres pasa y siéntate en esas sillas”. Chachi, si he llegado tarde no se va a enterar.
Al rato viene una mujer para enseñarme las instalaciones. Me enseña todo (lo del edificio, malpensados) y me da unas cosas para leer mientras llega el jefe.
Estaba yo toda concentrada cuando veo que alguien me saluda, “qué raro, si de aquí no conozco a nadie.” Era la mujer de esta mañana!! Casualidades de la vida, se presenta y vuelve a su trabajo (es majísima).
Cuando llegó el famoso Jose, yo ya me había leído y releído los folletos y sabía, más o menos, utilizar los programas que necesitaría.
Curso de algo menos de una hora, presentación de mis compañeras y de mi puesto de trabajo (si no tuviera las fotos de la chica a la que sustituyo, del novio de la chica y del perro de la chica, hasta me sentiría cómoda).
El jefe me manda buscar unos datos en el ordenador, después a archivar documentos, coger las llamadas y… por fin las 16:30!
Tengo que ir a República Argentina, a la ETT para firmar el contrato. Allí me dan un curso de seguridad, me explican paso a paso todo el contrato (la primera empresa que me explica paso a paso todo lo que pone en mi contrato) y firmo nosecuantas cosas. A eso de las 18:30 termino.
He descubierto que si te pones a escribir en el Metro, la gente que viaja en tu vagón se quedará mirando, y el que vaya al lado de ti, intentará leer lo que escribes. Eso sólo pasa en la línea 5, porque en la 10 no existen los vagones y, evidentemente,no te puede mirar todo el vagón.
Bueno, en realidad en la línea 10 sí que hay vagones, pero no están separados por fronteras (seguro que lo idearon así para evitar que uno de los vagones se sienta discriminado, o que se dé el caso de que alguno se quiera independizar del resto, rompiendo así la unidad trenil. Estos de Metro sí que saben).
Por cierto, en la línea 5 se escribe bien, en la 10 son todo traqueteos y mi caligrafía se ve bastante afectada por ellos.
Cuando llego a Móstoles tengo un agujero en el estómago causado por el sándwich rancio que comí en el curro. Tenía dos opciones: comer guarrerías o comer comida de verdad. Obviamente, opté por la segunda opción.
Entré a Blázquez porque me entró un antojo, pero como no tenían lo que se me había antojado compré una palmera de chocolate que tenía muy buena pinta. Estos de Blázquez saben hacer de todo (en lo que a repostería se refiere) menos palmeras de chocolate ricas :s
Llego a casa, me descalzo (alivio), desconecto un rato, me conecto otro rato y… la suscripción de WoW se me había caducado y no había manera de meter mi tarjeta en el Account Management. Encima depravados estaba igual de vacío que estos últimos días y no estaba Belta, ni Zid, ni nadie a quien contarle mí día, así que empecé a rallarme con mis teorías de la vida (algunas realmente absurdas). Pero menos mal que estaba ahí mi Vik para decirme “niña, mira que te complicas la vida a lo tonto”. Si hubiese estado cerca, seguro que me habría dado una colleja para espabilarme (y bien merecida la tenía).
A estas alturas ya son más de las 12, así que… a la camita.
Etiquetas: Vida de una bruja
Lo siento niña, yo no entiendo eso de los "toques" xDD
Besines!
Me duele decir esto, pero... hablas como mi madre!
Esta tercera edad, qué mal se lleva con la tecnología.
Pa una vez que te doy un toque...
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